viernes, 29 de junio de 2012

Génesis del anarcopunk en Chile

por Tristón Tsarro
 
En un nuevo capítulo de la serie “Anarquistas en el Chile de la Transición” les ofrecemos un texto que relata los inicios –hacia 1994- de la corriente conocida como “anarcopunk” y del surgimiento del “hardcore punk” en la escena santiaguina.

En el tiempo del periódico Acción Directa (1990-1991) la mayoría de los anarquistas tenía una opinión muy negativa de lo que era el punk; asumían que si trabajabas con ellos podías crecer mucho numéricamente, pero no valía la pena. Había eventos, como los del 12 de Octubre, en que aparte de las organizaciones mapuches que asistían al cerro Huelén (Santa Lucia), iban prácticamente todos los punks. Podías juntar lotes gigantescos y todos ellos portaban banderas negras, pero más que nada se dedicaban a “pastelear”.

Entonces ahí se generó una lógica extraña; nosotros compartíamos con ellos pero no nos sentíamos muy integrados, sino que los criticábamos bastante. Ellos eran muchos más que nosotros; podías ver a punks que tenían en un lado de su chaqueta una A en un círculo y al otro lado una esvástica. Los muchachos creían que eran anarquistas por el efecto de shock, pero por nada más profundo que eso. A nosotros –los militantes libertarios- esa situación no nos gustaba para nada.

Resultó muy útil entre los anarquistas, para su crecimiento, la difusión de las letras de la Polla Records, porque era el único ejemplo de anarquismo “lírico” que existía; y que lo podías grabar a un tipo, que podías cantar con otros; era medio ritualista en ese sentido. Todos manejaban mucho las letras de la Polla Records y hasta asumían que su ideología eran las letras, sobre todo en el anarquismo más poblacional. Era algo bastante extraño, porque su influencia era potente y no podías echártela al bolsillo, pero no hacía que quienes la escucharan necesariamente se identificaran como punks.

INTOXICACIÓN SOCIAL Y ANARCOPUNK

Intoxicación Social era una revista que hacia Leo, un baluarte del anarquismo poblacional de la zona norte. Una persona bien buena gente, bien activo. Él y su pareja Elena estaban en el lote de Acción Directa, y era amigo de Pelao Carvallo (fundador de Ni Casco Ni Uniforme) y del Pedro de los BBS Paranoicos. Hay ejemplos de individuos que desde la contracultura rock llegaron al anarquismo, pero su actividad era más bien rockera.

El asunto de los anarcopunks surgió después, y, ahí, en parte, reconozco un poco de responsabilidad, porque cuando estuve en Suecia y España (1994), vi que los punks de allá eran muy combativos. De hecho, a la base de lo que fuera cualquier actividad callejera, antifascista o de izquierda radical, la gente era estéticamente punk. No es que reclutaran a gente punk, sino más bien que el punk era parte de esa contracultura de ultraizquierda, sobre todo anarquista.

Además, tenían toda una cultura de autogestión que aquí no existía. En el punk de acá se tenía asumido tocar en tocatas de barrio, pero, al momento de grabar discos, tenías que estar en un sello grande (Fiskales estaba en Culebra, de BMG, otras bandas estaban en Alerce); no existía la conciencia de que era totalmente posible y necesario auto-editarse.

Disturbio Menor
DISTURBIO MENOR, MASAPUNK Y CORAZÓN DE CHANCHO

Cuando regresé acá (1994), pensé que la forma de empezar a hacer crecer un anarquismo más práctico y más autogestionario en cuanto a proyecto de vida era el punk, y comencé a difundir mucho lo que era la idea de anarcopunk. Formamos Disturbio Menor (surgido sobre la base de una banda de compañeros de curso de liceo llamada Canutos Presos), y creamos Masapunk Records; durante un buen tiempo fue interesante, ya que se introdujo la lógica de hacer las cosas por uno mismo. Hacer un ciclo de tocatas no era requisito para después grabar para un sello grande; rechazamos eso, y mostramos que era posible financiar tus propias grabaciones, hacer un sello, hacer fanzines. Todo eso no estaba antes muy presente; el punk era una estética y una forma de “carrete”, pero no una cultura política de resistencia.

Después de eso sí fue posible, lo potenciamos bastante, pero empezó en Masapunk el mismo problema que se daba en el anarquismo militante, donde priman opiniones muy ortodoxas de asumirse como anarquista y punto. Yo tenía el fanzine Corazón de Chancho y el Coco (principal organizador de Masapunk) me preguntaba si el fanzine era anarquista o no. Yo le planteaba que era de izquierda radical, no necesariamente anarquista; que si había algún punto en común era el antifascismo, pero no me interesaba difundir la cultura anarquista de la CNT ni de esas organizaciones.

INFLUENCIA GRINGA Y LUCHA DE CLASES

Para nosotros –militantes libertarios- nuestro objetivo era politizar el punk, porque no lo estaba. El problema que surgió fue que al politizarse asumió una forma dentro del fetiche contracultural del punk. Por ejemplo, no era extraño que en los fanzines o en los conciertos estuvieran más preocupados por presos políticos gringos que por los chilenos; no lo digo con ningún afán nacionalista, pero es curioso cómo el punk reprodujo una lógica de imperialismo cultural, donde su componente de contestación política, su componente radical, se calcó de lo que es el punk gringo o inglés. Esos son precisamente los temas tradicionales de la izquierda gringa… la antidiscriminación, el homosexualismo, el ecologismo.

El punk político parte acá con eso; de hecho recuerdo haber discutido con alguna gente que quería hacer aquí un Food Not Bombs, que es una iniciativa que tienen los gringos en que van a algunos lugares donde hay indigentes y les reparten comida vegetariana. En Chile había gente tratando de reproducir eso, lo que a mí me resultaba demasiado chistoso, ya que era una lógica entre asistencialista y religiosa.

Después está todo el caso de Fun People, que eran campeones de abanderarse con las causas primer mundistas (gay, lesbianas, liberación animal, vegetarianismo, anti-McDonalds, derechos humanos…).

Se extrae la rabia que el punk tenía en cuanto a lucha de clases. Lo que sucede es que cierto anarquismo posmoderno asume una posición bastante cómoda, porque identifican la lucha de clases con un marxismo más tradicional. Se plantean más bien por un activismo de estilos de vida antidiscriminatorios y eso cunde mucho en cierto momento, incluso dentro del anarquismo. Recuerdo discusiones donde había gente que planteaba que las clases sociales no existían y la lucha de clases era un asunto superado. Para mí hay anarquismo de lucha de clases y de post lucha de clases que estaba muy diferenciado.

HARD CORE, CLASE MEDIA Y PROLETAS

El tipo de punks que se politizaba eran tipos que tenían tiempo para estudiar, que tenían cómo entender las letras en inglés y que estaban más ligados al punk político de USA y de Inglaterra. En cambio, el punk más proletario tenía más influencia española. Se dio así y es curioso que cuando surgió la movida más hardcore punk, el sector más proleta era el más nacionalista y violento.

La adhesión a posturas políticas bien definidas era visto como una sofisticación de clases media; en particular odiaban cualquier definición política porque la veían ajena a lo que ellos concebían como ser hardcore punk, que significaba algo más territorial, de orgullo poblacional y que no tenía ninguna pretensión política, ni siquiera la combativa. Y esa contradicción se manifestó de forma bien severa. Punk político era de clase media acomodada y lo hacía descalificable a priori por el punk proleta.

Cuando nació la escena hardcore había una obsesión por diferenciarse del punk, fenómeno que se vio particularmente en la gente de Silencio Absoluto.

Cuando se organizó el primer encuentro hardcore con BBS Paranoicos, ellos eran medio marginados por las otras bandas porque era una banda punk. Disturbio estaba entre medio de las dos tendencias. Cuando se hizo el segundo encuentro, este grupo no participó, por el discurso discriminatorio anti punk, pese a que quien lo sostenía con más fuerza era el hardcore poblacional (REO, del sector Bío Bío, y Justicia Final, de la población Juan Antonio Ríos), que estaban obsesionados con odiar a los punkis. Y, de hecho, en un carrete, un tipo aludió a que no quería ver ningún crestón porque había llegado el momento de la revancha hardcore, y que si los punks querían bailar mejor fueran a ver una banda ska “o de otros negros bastardos”. Eso se escuchaba bien fascistoide, y bastante “pop”, al mismo tiempo.


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