por Tristón Tsarro
En un nuevo capítulo de la serie “Anarquistas en el Chile de
la Transición ”
les ofrecemos un texto que relata los inicios –hacia 1994- de la corriente
conocida como “anarcopunk” y del surgimiento del “hardcore punk” en la escena
santiaguina.
En el tiempo del periódico Acción Directa (1990-1991) la
mayoría de los anarquistas tenía una opinión muy negativa de lo que era el
punk; asumían que si trabajabas con ellos podías crecer mucho numéricamente,
pero no valía la pena. Había eventos, como los del 12 de Octubre, en que aparte
de las organizaciones mapuches que asistían al cerro Huelén (Santa Lucia), iban
prácticamente todos los punks. Podías juntar lotes gigantescos y todos ellos
portaban banderas negras, pero más que nada se dedicaban a “pastelear”.
Entonces ahí se generó una lógica extraña; nosotros
compartíamos con ellos pero no nos sentíamos muy integrados, sino que los
criticábamos bastante. Ellos eran muchos más que nosotros; podías ver a punks
que tenían en un lado de su chaqueta una A en un círculo y al otro lado una
esvástica. Los muchachos creían que eran anarquistas por el efecto de shock,
pero por nada más profundo que eso. A nosotros –los militantes libertarios- esa
situación no nos gustaba para nada.
Resultó muy útil entre los anarquistas, para su crecimiento,
la difusión de las letras de la Polla Records , porque era el único ejemplo de
anarquismo “lírico” que existía; y que lo podías grabar a un tipo, que podías
cantar con otros; era medio ritualista en ese sentido. Todos manejaban mucho las
letras de la Polla
Records y hasta asumían que su ideología eran las letras,
sobre todo en el anarquismo más poblacional. Era algo bastante extraño, porque
su influencia era potente y no podías echártela al bolsillo, pero no hacía que
quienes la escucharan necesariamente se identificaran como punks.
INTOXICACIÓN SOCIAL Y ANARCOPUNK
Intoxicación Social era una revista que hacia Leo, un
baluarte del anarquismo poblacional de la zona norte. Una persona bien buena
gente, bien activo. Él y su pareja Elena estaban en el lote de Acción Directa,
y era amigo de Pelao Carvallo (fundador de Ni Casco Ni Uniforme) y del Pedro de
los BBS Paranoicos. Hay ejemplos de individuos que desde la contracultura rock
llegaron al anarquismo, pero su actividad era más bien rockera.
El asunto de los anarcopunks surgió después, y, ahí, en
parte, reconozco un poco de responsabilidad, porque cuando estuve en Suecia y
España (1994), vi que los punks de allá eran muy combativos. De hecho, a la
base de lo que fuera cualquier actividad callejera, antifascista o de izquierda
radical, la gente era estéticamente punk. No es que reclutaran a gente punk,
sino más bien que el punk era parte de esa contracultura de ultraizquierda,
sobre todo anarquista.
Además, tenían toda una cultura de autogestión que aquí no
existía. En el punk de acá se tenía asumido tocar en tocatas de barrio, pero,
al momento de grabar discos, tenías que estar en un sello grande (Fiskales
estaba en Culebra, de BMG, otras bandas estaban en Alerce); no existía la
conciencia de que era totalmente posible y necesario auto-editarse.
Disturbio Menor |
DISTURBIO MENOR, MASAPUNK Y CORAZÓN DE CHANCHO
Cuando regresé acá (1994), pensé que la forma de empezar a
hacer crecer un anarquismo más práctico y más autogestionario en cuanto a
proyecto de vida era el punk, y comencé a difundir mucho lo que era la idea de
anarcopunk. Formamos Disturbio Menor (surgido sobre la base de una banda de
compañeros de curso de liceo llamada Canutos Presos), y creamos Masapunk Records;
durante un buen tiempo fue interesante, ya que se introdujo la lógica de hacer
las cosas por uno mismo. Hacer un ciclo de tocatas no era requisito para
después grabar para un sello grande; rechazamos eso, y mostramos que era
posible financiar tus propias grabaciones, hacer un sello, hacer fanzines. Todo
eso no estaba antes muy presente; el punk era una estética y una forma de
“carrete”, pero no una cultura política de resistencia.
Después de eso sí fue posible, lo potenciamos bastante, pero
empezó en Masapunk el mismo problema que se daba en el anarquismo militante,
donde priman opiniones muy ortodoxas de asumirse como anarquista y punto. Yo
tenía el fanzine Corazón de Chancho y el Coco (principal organizador de
Masapunk) me preguntaba si el fanzine era anarquista o no. Yo le planteaba que
era de izquierda radical, no necesariamente anarquista; que si había algún
punto en común era el antifascismo, pero no me interesaba difundir la cultura
anarquista de la CNT
ni de esas organizaciones.
INFLUENCIA GRINGA Y LUCHA DE CLASES
Para nosotros –militantes libertarios- nuestro objetivo era
politizar el punk, porque no lo estaba. El problema que surgió fue que al
politizarse asumió una forma dentro del fetiche contracultural del punk. Por
ejemplo, no era extraño que en los fanzines o en los conciertos estuvieran más
preocupados por presos políticos gringos que por los chilenos; no lo digo con
ningún afán nacionalista, pero es curioso cómo el punk reprodujo una lógica de
imperialismo cultural, donde su componente de contestación política, su
componente radical, se calcó de lo que es el punk gringo o inglés. Esos son
precisamente los temas tradicionales de la izquierda gringa… la
antidiscriminación, el homosexualismo, el ecologismo.
El punk político parte acá con eso; de hecho recuerdo haber
discutido con alguna gente que quería hacer aquí un Food Not Bombs, que es una
iniciativa que tienen los gringos en que van a algunos lugares donde hay
indigentes y les reparten comida vegetariana. En Chile había gente tratando de
reproducir eso, lo que a mí me resultaba demasiado chistoso, ya que era una
lógica entre asistencialista y religiosa.
Después está todo el caso de Fun People, que eran campeones
de abanderarse con las causas primer mundistas (gay, lesbianas, liberación
animal, vegetarianismo, anti-McDonalds, derechos humanos…).
Se extrae la rabia que el punk tenía en cuanto a lucha de clases.
Lo que sucede es que cierto anarquismo posmoderno asume una posición bastante
cómoda, porque identifican la lucha de clases con un marxismo más tradicional.
Se plantean más bien por un activismo de estilos de vida antidiscriminatorios y
eso cunde mucho en cierto momento, incluso dentro del anarquismo. Recuerdo
discusiones donde había gente que planteaba que las clases sociales no existían
y la lucha de clases era un asunto superado. Para mí hay anarquismo de lucha de
clases y de post lucha de clases que estaba muy diferenciado.
HARD CORE, CLASE MEDIA Y PROLETAS
El tipo de punks que se politizaba eran tipos que tenían
tiempo para estudiar, que tenían cómo entender las letras en inglés y que
estaban más ligados al punk político de USA y de Inglaterra. En cambio, el punk
más proletario tenía más influencia española. Se dio así y es curioso que
cuando surgió la movida más hardcore punk, el sector más proleta era el más
nacionalista y violento.
La adhesión a posturas políticas bien definidas era visto
como una sofisticación de clases media; en particular odiaban cualquier
definición política porque la veían ajena a lo que ellos concebían como ser
hardcore punk, que significaba algo más territorial, de orgullo poblacional y
que no tenía ninguna pretensión política, ni siquiera la combativa. Y esa
contradicción se manifestó de forma bien severa. Punk político era de clase
media acomodada y lo hacía descalificable a priori por el punk proleta.
Cuando nació la escena hardcore había una obsesión por
diferenciarse del punk, fenómeno que se vio particularmente en la gente de
Silencio Absoluto.
Cuando se organizó el primer encuentro hardcore con BBS
Paranoicos, ellos eran medio marginados por las otras bandas porque era una
banda punk. Disturbio estaba entre medio de las dos tendencias. Cuando se hizo
el segundo encuentro, este grupo no participó, por el discurso discriminatorio
anti punk, pese a que quien lo sostenía con más fuerza era el hardcore
poblacional (REO, del sector Bío Bío, y Justicia Final, de la población Juan
Antonio Ríos), que estaban obsesionados con odiar a los punkis. Y, de hecho, en
un carrete, un tipo aludió a que no quería ver ningún crestón porque había
llegado el momento de la revancha hardcore, y que si los punks querían bailar
mejor fueran a ver una banda ska “o de otros negros bastardos”. Eso se
escuchaba bien fascistoide, y bastante “pop”, al mismo tiempo.
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